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Referencias Cruzadas

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Hebreos 9:26

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Si Cristo hubiera tenido que hacer lo mismo, habría sufrido muchas veces desde la creación del mundo. Al contrario, ahora, al final de los tiempos, se ha presentado una sola vez y para siempre. De este modo, por medio de su propio sacrificio, acabó con el pecado.

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36 Referencias Cruzadas  

Dios eligió a Cristo desde antes de la creación del mundo. Pero, para el bien de ustedes, Cristo se apareció en estos últimos tiempos.

Cristo entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No entró con sangre de chivos y toros, sino con su propia sangre. Así logró para nosotros una liberación eterna.

»Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo.

Porque Cristo murió para perdonar nuestros pecados una sola vez, y es suficiente. Él, que era justo, murió por nosotros, que éramos injustos. Así nos acercó a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.

Pero en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo. A este lo hizo heredero de todo, y por medio de él creó el universo.

Pues es imposible que la sangre de los toros y de los chivos quite los pecados.

A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Por el contrario, él ofreció su vida en sacrificio una sola vez y para siempre.

Pero ustedes saben que Jesucristo vino para quitar nuestros pecados. Y él no tiene pecado.

Pero Jesucristo, como sacerdote, ofreció por los pecados un solo sacrificio para siempre. Después se sentó a la derecha de Dios.

Por esa obediencia somos declarados santos por Dios, por medio del sacrificio del cuerpo de Jesucristo. Este sacrificio fue ofrecido una sola vez y para siempre.

Si esto es así, ¡cuánto más poder tiene la sangre de Cristo! Porque, por medio del Espíritu eterno, Cristo se ofreció sin pecado a Dios. Su sangre limpiará nuestra conciencia, y no se nos declarará culpables de pecados que conducen a la muerte eterna, para que sirvamos al Dios viviente.

Cristo aceptó como suyos nuestros pecados, y así fue a morir en la cruz. Lo hizo para que dejáramos de pecar y viviéramos para hacer el bien. Él fue herido como castigo, para que ustedes fueran sanados.

La bestia que has visto es la que antes era, pero ya no es. Está a punto de salir del abismo, pero va rumbo a la destrucción. Los que se asombraron son aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la creación del mundo.

De su descanso disfrutamos todos los que somos creyentes, pues Dios así lo ha dicho: «Así que, enojado, hice este juramento: “Jamás entrarán en mi lugar de descanso”». Es bien sabido que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo.

Él se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos de pecado y tener así un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.

Amen a los demás así como Cristo nos amó y murió por nosotros. Su sacrificio fue para Dios como ofrenda de olor agradable.

Según ese plan, llegado el tiempo preciso, Dios pondría todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra, bajo la autoridad de Cristo.

Todo eso les sucedió para que nos sirviera de ejemplo. Esto quedó escrito para que nos sirviera de advertencia, pues estamos viviendo los tiempos finales.

A la bestia la adorarán todos los habitantes de la tierra. Es decir, aquellos cuyos nombres no han sido escritos en el libro de la vida. Ese libro pertenece al Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo.

Si después de conocer la verdad pecamos tercamente, ya no hay sacrificio que perdone nuestros pecados.

En otras palabras, mientras el hijo heredero es menor de edad, en nada se diferencia de un esclavo, aunque sea el dueño de todo.

»Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy. Que vean la gloria que me diste porque me has amado desde antes de la creación del mundo.

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!

y el enemigo que la siembra es el diablo. La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.

»Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo.

Ya se acerca el fin de todas las cosas. Así que, estén alerta y oren con seriedad.

El que vive pecando pertenece al diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir lo que hace el diablo.




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