De su descanso disfrutamos todos los que somos creyentes, pues Dios así lo ha dicho: «Así que, enojado, hice este juramento: “Jamás entrarán en mi lugar de descanso”». Es bien sabido que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo.
Él se entregó a la muerte por nosotros, para rescatarnos de toda maldad y limpiarnos de pecado y tener así un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.
Entonces oí una voz del cielo que decía: «Escribe: Dichosos los que de ahora en adelante mueren siendo fieles al Señor». «Sí —dice el Espíritu—, ellos descansarán de su duro trabajo, pues Dios ha visto todo el bien que hacen».