Como alguien ha escrito en algún lugar: «¿Qué es el hombre, para que en él pienses? ¿Qué es el hijo del hombre, para que lo tomes en cuenta?
Esto es lo que, en algún lugar, se ha dicho del séptimo día: «Y en el séptimo día descansó Dios de todas sus obras».
Querían descubrir a qué tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo. Ya desde antes, el Espíritu que estaba en ellos anunció que Cristo sufriría mucho, pero que después tendría gran gloria.
Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. ―Hay entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de su pueblo.
Y en otro texto dice: «Tú eres sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec».
Y esto será gracias a la gran misericordia de nuestro Dios. Así nos visitará desde el cielo el sol naciente,
«Alabado sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a liberar a su pueblo.
Que nadie le cause mal a su hermano en la fe ni se aproveche de él en este asunto. El Señor castiga todo esto, como ya les hemos dicho y advertido.