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Referencias Cruzadas

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Hebreos 2:17

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Por eso era necesario que en todo se pareciera a ellos. Lo hizo para ser un sumo sacerdote fiel y lleno de amor al servicio de Dios. De este modo pudo ofrecer un sacrificio para el perdón de los pecados del pueblo.

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37 Referencias Cruzadas  

En Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos. Por eso, sigamos confiando firmemente en la noticia que anunciamos.

Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, Cristo también compartió esa naturaleza humana. Lo hizo para eliminar, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—.

Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, sin maldad, sin pecado, apartado de los pecadores y a quien se le ha dado el honor más alto en cielo.

Cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él mediante la muerte de su Hijo. Entonces, ¡con mucha más razón seremos salvados ahora que él vive!

Cristo nos hace santos ante Dios, y tanto él como nosotros tenemos un mismo Padre. Por eso, Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos

Moisés, como siervo, fue obediente en su liderazgo del pueblo de Dios. Su ejemplo nos sirvió como un aviso de lo que Dios diría en el futuro.

En otro tiempo ustedes, por su actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos.

De hecho, la Ley nombra sumos sacerdotes a hombres débiles. Pero el juramento, que es posterior a la Ley, nombra sumo sacerdote al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.

De ese modo, Cristo nos reconcilió con Dios. Nos presentó a ambos pueblos como uno solo, pues, gracias a su sacrificio en la cruz, dio muerte a nuestra enemistad.

Por tanto, mi servicio a Dios es para mí motivo de orgullo. Y soy su servidor gracias a lo que Cristo Jesús hizo por mí.

Él en todo obedeció a Dios, como también Moisés lo hizo al liderar el pueblo de Dios.

A la verdad, él no vino para rescatar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham.

Hermanos en la fe, Dios los ha llamado a ustedes para que formen parte de su pueblo santo. Por eso, pongan su atención en Jesús, a quien reconocemos como apóstol y sumo sacerdote.

Pues no tenemos un sumo sacerdote incapaz de entender nuestras debilidades. Al contrario, contamos con uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero él nunca pecó.

Todo sumo sacerdote es elegido de entre los hombres. Es nombrado para representar a su pueblo ante Dios y ofrecer ofrendas y sacrificios por el perdón de los pecados.

Pero él mismo es débil como cualquier ser humano. Por eso puede tratar con paciencia a los ignorantes y desobedientes.

Tampoco Cristo buscó el honor de ser sumo sacerdote. Fue Dios quien le dijo: «Tú eres mi Hijo; hoy mismo me he convertido en tu Padre».

Por eso Dios lo nombró sumo sacerdote de la misma clase que Melquisedec.

Jesús entró hasta allí por nosotros, para abrirnos camino. Por eso, llegó a ser sumo sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.

Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es este: tenemos un sumo sacerdote que se sentó en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de la Majestad en el cielo.

Todo sumo sacerdote es nombrado para presentar ofrendas y sacrificios. Por esto, es necesario que Jesucristo también tenga algo que ofrecer.

Cristo, por el contrario, se ha presentado como sumo sacerdote por medio del cual ahora disfrutamos de todo lo bueno. Su santuario es más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas. Esto significa que no es de este mundo.

Así que tenemos un gran sacerdote que está al frente de la casa de Dios.




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