La corrección que soportan es para que sean mejores, pues Dios los está tratando como a hijos. No hay un hijo a quien el padre no discipline.
Allí fortalecían a los discípulos y los animaban a seguir creyendo. Les decían: «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios».
Pero, si el Señor nos disciplina, lo hace para que no seamos castigados con el mundo.