Biblia Todo Logo
Referencias Cruzadas

- Anuncios -




Hebreos 12:3

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Así pues, piensen en aquel que soportó tanta oposición por parte de los pecadores. Si hacen esto, no se cansarán ni perderán el ánimo.

Ver Capítulo Copiar

46 Referencias Cruzadas  

No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no nos damos por vencidos, a su debido tiempo Dios nos dará recompensa.

Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nuestro cuerpo se va gastando, por dentro nuestra fuerza se va renovando día tras día.

Te has mantenido fiel, has sufrido por hablar de mí, y no te has desanimado.

Por lo tanto, mis queridos hermanos en la fe, sigan confiando en el Señor, cada vez con más fuerza. Sigan trabajando para el Señor cada vez más y más, recordando que su trabajo para él tiene un gran valor.

Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.

Hermanos en la fe, Dios los ha llamado a ustedes para que formen parte de su pueblo santo. Por eso, pongan su atención en Jesús, a quien reconocemos como apóstol y sumo sacerdote.

Por esto, ya que por la misericordia de Dios se nos permite servirle, no nos desanimamos.

Precisamente por esto los judíos perseguían a Jesús, pues hacía tales cosas en sábado.

Han olvidado las palabras de aliento que Dios da a sus hijos: «Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando te castigue.

Un día Jesús fue a comer a casa de un líder de los fariseos. Era sábado, así que estos estaban vigilando a Jesús.

Ustedes, hermanos en la fe, no se cansen de hacer el bien.

Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí cerca le dio una bofetada y le dijo: ―¿Así contestas al sumo sacerdote?

―¡Ahora estamos convencidos de que estás endemoniado! —dijeron los judíos—. Abraham murió, y también los profetas murieron. Pero tú sales diciendo que, si alguno guarda tu palabra, nunca morirá.

Entonces los judíos tomaron piedras para arrojárselas. Pero Jesús se escondió y salió del Templo sin que lo vieran.

―Tú te presentas como tu propio testigo —dijeron los fariseos—, así que tu testimonio no es válido.

Entre la gente corrían muchos rumores acerca de él. Unos decían: «Es una buena persona». Otros decían: «No, él engaña a la gente».

Los fariseos oían todo y se burlaban de Jesús, porque les encantaba el dinero.

Al ver esto, los fariseos y los maestros de la Ley se pusieron a murmurar: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos».

Los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a pensar: «¿Quién es este que ofende a Dios? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?».

Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre de Jesús: «Este niño está destinado a causar la caída y el levantamiento de muchos en Israel. Va a crear mucha oposición,

Entonces salieron los fariseos y tramaron cómo tenderle a Jesús una trampa con sus mismas palabras.

Buscaban la manera de arrestarlo, pero temían a la gente, porque esta lo consideraba un profeta.

Jesús entró en el Templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los jefes de los sacerdotes y los líderes del pueblo. ―¿Con qué autoridad haces esto? —lo interrogaron—. ¿Quién te dio esa autoridad?

―¿Por qué tus discípulos no respetan las costumbres de los antepasados? ¡Comen sin lavarse las manos!

Pero, al oírlo los fariseos, dijeron: «Este no echa fuera a los demonios sino por medio de Beelzebú, príncipe de los demonios».

Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “Este es un glotón y un borracho, amigo de cobradores de impuestos y de pecadores”. Pero, la sabiduría demuestra ser buena por sus resultados».

Algunos fariseos que estaban con él, al oírlo hablar así, le preguntaron: ―¿Qué? ¿Acaso también nosotros somos ciegos?

Muchos de ellos decían: «Está endemoniado y loco de remate. ¿Para qué hacerle caso?».

Cuando lo insultaban, no respondía con insultos. Cuando lo hacían sufrir, no amenazaba, sino que dejaba todo en manos de Dios, que juzga con justicia.




Síguenos en:

Anuncios


Anuncios