Y, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.
Si pudieran hacerlo, la gente que ofrece esos sacrificios ya habría dejado de hacerlo. Pues, una vez limpios de pecado, ya no se sentirían culpables.
Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que han sido elegidos por Dios.
Después añade: «Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades».
Así que, hermanos en la fe, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo. Esto es posible por medio de la sangre que Jesús derramó en la cruz.