Así que, ustedes que ya han logrado avanzar bastante hacia la meta, ¡escúchenme! Todos debemos pensar lo mismo en cuanto a esto. Y, si en algo piensan de manera diferente, Dios les hará ver con claridad la verdad.
No es que haya otro mensaje, sino que ciertas personas están causando confusión entre ustedes. Esa gente solo quiere cambiar la buena noticia de Cristo.
Les escribí como lo hice para que no me causaran tristeza los que debían alegrarme cuando fuera a verlos. Estaba seguro de que todos ustedes se pondrían alegres por mí.
Los que ahora están muy interesados en ganar toda su atención, no lo hacen por su bien. Lo que quieren es alejarlos de nosotros para que ustedes se interesen en ellos.
En cuanto a los que eran reconocidos como personas importantes, ellos no le agregaron nada nuevo al mensaje que predico. La verdad, no me interesa si son o no gente importante, porque Dios no juzga por las apariencias.
El problema era que algunos falsos hermanos en la fe se habían metido entre nosotros para ver todo lo que hacíamos. Querían quitarnos la libertad que Cristo Jesús nos dio para obligarnos a seguir de nuevo las reglas judías.
Por eso les escribo todo esto en mi ausencia, para que cuando vaya no tenga que ser estricto en el uso de mi autoridad. El Señor me ha dado esa autoridad para fortalecer su fe, no para destruirla.
Pues este es mi ruego: que, cuando vaya a verlos, no tenga que ser tan valiente como he decidido. Sin duda, seré muy duro con aquellos que nos acusan de vivir siguiendo las reglas de este mundo.
Junto a ellos dos les enviamos a otro de nuestros hermanos en la fe. Este hermano nos ha demostrado muchas veces y de muchas maneras que tiene grandes deseos de ayudar. Ahora tiene más deseos de hacerlo, pues él tiene gran confianza en ustedes.