Así que, hermanos en la fe, no somos como el hijo de la esclava, sino como el hijo de la libre. Es decir, no somos esclavos de la Ley, sino libres de la Ley.
»Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas.