Pero las Escrituras indican que le fue dicho a Abraham: «¡Echa de aquí a la esclava y a su hijo! El hijo de la esclava jamás tendrá parte en la herencia con el hijo de la libre».
Así que, hermanos en la fe, no somos como el hijo de la esclava, sino como el hijo de la libre. Es decir, no somos esclavos de la Ley, sino libres de la Ley.