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Referencias Cruzadas

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Gálatas 1:6

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Me asombra que ustedes se hayan alejado de Dios tan pronto y hayan aceptado un mensaje distinto al de la buena noticia. Fue Dios quien los llamó, y los llamó porque los ama, aunque no merecían el amor de Cristo.

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33 Referencias Cruzadas  

Sé que alguien les ha predicado a un Jesús diferente del que les hemos predicado nosotros. Sé que les han hablado de un espíritu y un mensaje de salvación diferente de lo que ya recibieron. Y ustedes han recibido a esas personas con gusto.

Al salir para Macedonia, te encargué que te quedaras en Éfeso. Allí hay unos que dicen ser maestros dando falsas enseñanzas, y te pedí que les ordenaras que dejen de hacerlo.

Ustedes podrían tener diez mil maestros que les enseñen acerca de Cristo, pero no tienen a muchos que los cuiden como lo hace un padre. Pues, cuando les anuncié el mensaje de la buena noticia y ustedes creyeron en Cristo Jesús, llegué a ser como un padre para ustedes.

¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por el inmerecido amor de nuestro Señor Jesús.

Aquellos de ustedes que tratan de ser aceptados como justos por obedecer la Ley se han apartado de Cristo; han rechazado su amor inmerecido.

No aceptan que solo Dios nos puede declarar justos. Por eso se esfuerzan en ser declarados justos por sus buenas acciones. No aceptan la salvación que Dios les ofrece.

Pero el amor de nuestro Señor fue grande. No merezco ese amor, pero él me dio la fe y el amor que hay en Cristo Jesús.

Le pido al Señor Jesús que les permita a todos gozar de su amor inmerecido. Amén.

Así que tú, Timoteo, hijo mío en la fe, busca tu fuerza en el amor inmerecido que Cristo Jesús nos da.

Pues Dios nos salvó y nos llamó a una vida santa. Esa vida no la obtenemos por medio de nuestras propias acciones. Ha sido Dios quien decidió amarnos aunque no lo merecíamos, y nos dio esa vida. Decidió amarnos así por medio de Cristo Jesús aun antes de crear el universo.

Para esto los eligió Dios, y lo hizo por medio de nuestro mensaje de la buena noticia, para que compartan la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

También por medio de la fe en él, Jesucristo nos acerca al amor de Dios. Y ese amor es firme. Así que nos gozamos, porque tenemos la esperanza de compartir la gloria de Dios.

―¡Allí está lo sorprendente! —respondió el hombre—: que ustedes no sepan de dónde salió, y que a mí me haya abierto los ojos.

Dios, por su poder, nos ha dado todas las cosas que necesitamos para vivir como él manda. Todo esto lo recibimos cuando Dios nos permitió conocer a Cristo, quien nos llamó a disfrutar de su gloria y perfección.

Más bien, vivan alejados del mal, porque Dios los llamó para ser santos como él es santo.

Y él se quedó asombrado por la falta de fe de ellos. Jesús recorría los alrededores, enseñando de pueblo en pueblo.

Ahora bien, sabemos que Dios prepara todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los cuales Dios ha llamado de acuerdo con su propósito.

A los que eligió, también los llamó. A los que llamó, también los declaró justos. A los que declaró justos, también les compartió su gloria.

A diferencia de muchos, nosotros no somos de los que ven el anuncio del mensaje de Dios como un negocio. Más bien, hablamos con honestidad, con la autoridad que Cristo nos da. Dios es testigo, porque él nos envió a anunciar el mensaje.

No es que haya otro mensaje, sino que ciertas personas están causando confusión entre ustedes. Esa gente solo quiere cambiar la buena noticia de Cristo.

Quiero que sepan, hermanos en la fe, que la buena noticia que yo predico no ha sido inventada por alguien.

Sin embargo, Dios me amó mucho, sin que yo lo mereciera, y me apartó desde el vientre de mi madre. Él me llamó para que le sirviera. Y, cuando consideró que era el momento oportuno,

Fui porque Dios me había mostrado que debía hacerlo. Allí me reuní en privado con los que eran reconocidos como dirigentes. Entonces les expliqué el mensaje de la buena noticia, el cual predico entre los que no son judíos. Quería contarles lo que hacía, para que todo mi esfuerzo no fuera inútil.

Ni por un momento aceptamos obedecer a esas personas. Queríamos que ustedes continuaran creyendo en el verdadero mensaje de la buena noticia.

Al contrario, reconocieron que a mí se me había confiado predicar la buena noticia a los no judíos, y a Pedro predicarla a los judíos.

Pude ver que no actuaban correctamente, pues no era lo que enseñábamos con el mensaje de la buena noticia. Entonces le dije a Pedro delante de todos: «Si tú, que eres judío, vives como si no lo fueras, ¿por qué obligas a los no judíos a practicar la religión judía?

En efecto, toda la Ley se resume en un solo mandamiento: «Ama a tu prójimo como a ti mismo».




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