Y el mensaje de Dios llegaba a la gente, de modo que la cantidad de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso muchos de los sacerdotes aceptaban el mensaje.
Todos los que le oían quedaban asombrados y preguntaban: «¿No es este el que en Jerusalén perseguía a muerte a los que invocan ese nombre? ¿Y no ha venido aquí para llevárselos presos y entregarlos a los jefes de los sacerdotes?».
Algunos judíos intentaban expulsar espíritus malignos usando el nombre del Señor Jesús. Les decían a los espíritus: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!».