Tampoco subí a Jerusalén para ver qué opinaban los que eran apóstoles antes que yo. Más bien, fui de inmediato a Arabia, de donde luego regresé a Damasco.
Por eso le pidió al sumo sacerdote que le diera cartas de autorización. Quería ir a las sinagogas de Damasco para arrestar a todos los que creían en Jesús. Los llevaría presos a Jerusalén, fueran hombres o mujeres.