Y, después de que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios mismo los sanará y los hará fuertes, firmes y estables. Él es el mismo Dios quien por puro amor los llamó para disfrutar de su gloria eterna por medio de Jesucristo.
A los ricos de este mundo, mándales que no sean orgullosos ni pongan su confianza en las riquezas, que son inseguras. Diles que más bien confíen en Dios, que nos da de todo en abundancia para que lo disfrutemos.
Dios se propuso revelarles cuál es la gloriosa riqueza de ese plan secreto para todas las naciones. Y el plan es que Cristo viva en ustedes, y les dé la seguridad de compartir la gloria de Dios.
Él es inmensamente rico y poderoso. Por eso le pido en oración que, por medio del Espíritu, les dé un espíritu fuerte, para que no se desanimen por nada.
Que toda la riqueza de las enseñanzas de Cristo los guíe siempre. Si tienen que enseñar o dar un consejo, háganlo con toda sabiduría. Canten salmos, himnos y canciones espirituales para que den gracias a Dios de todo corazón.
Los sufrimientos que ahora tenemos son pequeños y no durarán mucho. Pero esas dificultades nos darán una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento.
Yo soy el más insignificante de todos los creyentes. Sin embargo, recibí este privilegio inmerecido de predicar a las naciones acerca de las incontables bendiciones que Cristo nos puede dar.
Ustedes han sido llamados por Dios a confiar en sus promesas. Por eso también le pido a Dios que los ayude a comprender con claridad en quién han confiado. Que puedan ver la maravillosa herencia que recibirán con el pueblo de Dios.
Lo hizo para mostrar en el futuro que su amor por nosotros es incomparablemente grande. Ese amor quedó demostrado en lo que Cristo Jesús hizo por nosotros. No merecíamos tanto amor y bondad.
Tengo algo que decirles a los líderes de ustedes. Lo digo yo, que también soy uno de los líderes de la iglesia. Además, soy testigo de los sufrimientos de Cristo y, cuando él nos muestre toda su gloria, yo tendré mi parte. Esto es lo que les ruego:
Los hemos animado y consolado. Además, les hemos llamado la atención para que vivan como a Dios le agrada, porque él los ha llamado a ser parte de su reino y de su gloria.
En primer lugar, por medio de Jesucristo doy gracias a mi Dios por todos ustedes. Doy gracias porque en el mundo entero se habla bien de la fe que ustedes tienen en Jesús.
Jesús le dijo: ―No me detengas, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes”.
Temo que, al volver a visitarlos, mi Dios me haga sentir vergüenza de ustedes. Eso me haría llorar, pues muchos han pecado desde hace algún tiempo. No se han arrepentido del mal cometido, ni de tener relaciones sexuales prohibidas, ni de los vicios que tienen.