El Señor me ha dado la alegría de volver a ver cómo se interesan por mí. Yo sabía que tenían interés, pero no habían tenido la oportunidad de demostrarlo.
Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo. Lo que me importa es terminar la tarea que me dio el Señor Jesús. Quiero cumplir mi misión: anunciar el mensaje de la buena noticia del inmerecido amor de Dios.
Ya he recibido todo lo que necesito y aún más. Ahora que he recibido lo que me enviaron por medio de Epafrodito, hasta me sobra. Lo que me enviaron es para Dios como una ofrenda perfumada, un sacrificio que Dios acepta con agrado.
En efecto, estuvo enfermo y al borde de la muerte. Pero Dios tuvo compasión de él, y no solo de él, sino también de mí, para no añadir tristeza a mi tristeza.
La fe que ustedes tienen los mueve a presentarse ante Dios como una ofrenda de servicio y sacrificio. Y, si tuviera que dar mi vida para acompañar su ofrenda, me daría mucha alegría. Alegría que comparto con todos ustedes.