Estoy convencido de esto: lo que Dios comenzó a hacer en sus vidas es muy bueno, y seguirá haciéndolo hasta completarlo el día en que Cristo Jesús vuelva.
Y, después de que ustedes hayan sufrido por un poco de tiempo, Dios mismo los sanará y los hará fuertes, firmes y estables. Él es el mismo Dios quien por puro amor los llamó para disfrutar de su gloria eterna por medio de Jesucristo.
Por eso oramos siempre por ustedes, para que nuestro Dios los considere merecedores de ser elegidos como parte del pueblo de Dios. Y le pedimos a él que los llene de su poder para que puedan hacer todo el bien y las cosas que su fe les indica.
Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.
Recordamos delante de Dios, nuestro Padre, todo lo que hacen por medio de la fe y el trabajo que realizan por amor. No olvidamos la firmeza con que continúan confiando en la salvación que nuestro Señor Jesucristo les dará.
Esa circuncisión espiritual la recibieron al ser bautizados; porque en el bautismo participaron de la muerte de Cristo, y fueron sepultados para resucitar a nueva vida. Y todo porque ustedes creyeron en el poder de Dios, quien resucitó a Cristo de entre los muertos.
Al oír esto, se calmaron y alabaron a Dios diciendo: ―¡Así que también a los no judíos Dios les ha dado oportunidad de arrepentirse y tener vida eterna!
Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas muy finas y costosas. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.
Pero, en el día de su regreso, el Señor vendrá sin avisar, como lo hace un ladrón cuando quiere robar una casa. En ese día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso. Todo lo que existe será destruido por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada.
De este modo, si algunos macedonios van conmigo a verlos, no los encontrarán desprevenidos. Pues, si así fuera, sentiríamos gran vergüenza de haber confiado tanto en ustedes. Creo que para ustedes también sería una vergüenza.
Les escribí como lo hice para que no me causaran tristeza los que debían alegrarme cuando fuera a verlos. Estaba seguro de que todos ustedes se pondrían alegres por mí.
Mis queridos hermanos en la fe, ustedes siempre han obedecido. Y, así como lo han hecho en mi presencia, háganlo mucho más ahora en mi ausencia. Por eso les pido que con todo respeto y amor a Dios vivan demostrando que son salvos.
porque siguen confiando firmes en el mensaje que da vida. Así, el día que Cristo vuelva me sentiré orgulloso de que mi trabajo por ustedes no fue inútil.