Ahora todos somos como una sola casa, que Dios ha construido sobre un sólido fundamento. Y ese fundamento es todo lo que los apóstoles y los profetas nos han enseñado. Pero la piedra más importante de ese fundamento es Cristo Jesús.
Tú, por el contrario, sé inteligente en todo momento, soporta los sufrimientos y dedícate a anunciar la buena noticia de salvación. Cumple con los deberes del trabajo que Dios te dio.
Cuiden de ustedes mismos y de todos aquellos que Dios ha salvado con su propia sangre. El Espíritu Santo los ha puesto a ustedes para cuidar de la iglesia. Así que ustedes son como pastores al cuidado de un rebaño de ovejas.
En realidad, a estas alturas ya deberían ser maestros. Sin embargo, necesitan que alguien vuelva a enseñarles las verdades más elementales del mensaje de Dios. Dicho de otro modo, necesitan leche en vez de alimento sólido.
¡Alégrate, oh cielo, por lo que le ha sucedido! ¡Alégrense también ustedes, creyentes, apóstoles y profetas! Pues Dios, al castigarla, les ha hecho justicia a ustedes».
En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros. Entre ellos estaban Bernabé y Simeón, apodado el Negro. También estaban Lucio de Cirene, Manaén, que se había criado con el gobernador Herodes, y Saulo.