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Referencias Cruzadas

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Efesios 2:8

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

No merecíamos el amor que nos ha salvado por medio de la fe en Cristo. No es algo que nosotros hubiéramos logrado hacer; ¡es un regalo de Dios!

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que nos dio vida por medio de Cristo. Aun cuando estábamos muertos para Dios por causa de nuestros pecados, él nos dio vida. ¡No merecíamos este amor por el cual somos salvados!

Por eso los descendientes de Abraham se ganan la promesa por la fe. No tienen que hacer nada a cambio para ganarla. Esta promesa no es solo para los que obedecen la Ley, sino para los que creen como Abraham. Por eso él es el padre de todos nosotros.

Así que la gente recibe fe cuando escucha el mensaje, y el mensaje que escucha es la buena noticia acerca de Cristo.

―Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.

Todos los que el Padre me da vendrán a mí; y al que a mí viene, no lo rechazo.

»Les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna. No será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida.

Jesús contestó: ―Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él. Y él te daría el agua que da vida.

―Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.

El que crea y sea bautizado será salvo, pero el que no crea será condenado.

El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que no cree en el Hijo no sabrá lo que es esa vida, sino que permanecerá bajo el castigo de Dios».

Sin embargo, Dios declara como justo al que cree en él aunque no haya hecho nada para ganárselo.

Lo que ahora somos, lo hizo Dios. Él, por medio de Cristo Jesús, nos creó de nuevo para que podamos vivir haciendo el bien. Dios así lo había planeado desde un principio.

Pero la Escritura dice que todo el mundo es dominado por el pecado. Por eso, los que creen en Jesucristo recibirán lo prometido por Dios.

Ustedes no pudieron ser perdonados de esos pecados por la Ley de Moisés, pero todo el que cree recibe el perdón por medio de Jesús.

Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones. De ese modo, también por creer en Cristo recibimos el Espíritu que Dios nos ha prometido.

Porque la voluntad de mi Padre es que todo el que ve al Hijo y crea en él tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día final.

―Yo soy el pan de vida —declaró Jesús—. El que a mí viene nunca pasará hambre, y el que en mí cree nunca más volverá a tener sed.

Que puedan apreciar la incomparable grandeza de su poder, el cual nos da a los que creemos en él. Ese poder es la fuerza grandiosa y eficaz

Cuando llegaron, reunieron a la iglesia y le informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. Les contaron cómo Dios había abierto la puerta de la fe a los no judíos.

―Por esto les dije que nadie puede venir a mí a menos que se lo haya permitido el Padre.

Esa circuncisión espiritual la recibieron al ser bautizados; porque en el bautismo participaron de la muerte de Cristo, y fueron sepultados para resucitar a nueva vida. Y todo porque ustedes creyeron en el poder de Dios, quien resucitó a Cristo de entre los muertos.

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.

El poder de Dios los protege a ustedes, porque pusieron su confianza en él. Y será así hasta que llegue la salvación que se dará a conocer en los últimos tiempos.

Pues a ustedes Dios les ha dado no solo el privilegio de creer en Cristo, sino también de sufrir por él.

Ahora bien, ¿cómo lo reconocerán si no han creído en él? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán si no hay quien les predique?

―Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ninguna persona, sino mi Padre que está en el cielo.

Una de ellas, que se llamaba Lidia, adoraba a Dios. Era de la ciudad de Tiatira y vendía telas muy finas y costosas. Mientras escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que respondiera al mensaje de Pablo.

Ellos serán alejados de la presencia del Señor, para que no compartan su grandioso poder, y sufrirán el castigo de la destrucción eterna.

¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por el inmerecido amor de nuestro Señor Jesús.

Por lo tanto, Dios no nos elige porque nosotros lo queramos o porque nos esforcemos. Dios elige a quien él quiere mostrarle su misericordia.

Cuando creímos en Cristo, nuestro entendimiento recibió luz, recibimos un regalo especial de parte de Dios y entramos en compañerismo con el Espíritu Santo. Entendimos el buen mensaje de Dios y el poder que demostrará en el mundo en el cual viviremos después de la muerte. Así que es imposible que aquellos que han dejado de creer en Cristo renueven su arrepentimiento. Pues sería como volver a crucificar a Cristo, al Hijo de Dios, y exponerlo a la vergüenza pública.

Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde, y cada uno recibió la paga de un día.




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