En efecto, la promesa es para ustedes, para sus hijos y aun para todos los que viven lejos. Es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios llame.
Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido perdonados por Dios, y él ahora los considera santos y justos. Y todo eso lo hizo gracias al Señor Jesucristo y por medio de su Espíritu. Dios los ha lavado de toda esa maldad.
Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres de recibir el rollo y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado. Con tu sangre compraste para Dios gente de toda tribu, idioma, pueblo y nación.
para que les hables. Así abrirán los ojos y verán lo malo que hacen. Será como si pasaran de la oscuridad a la luz y del poder de Satanás al poder de Dios. De ese modo, al creer en mí, recibirán el perdón de los pecados y serán parte del pueblo de Dios”.
Recuerden que ustedes estaban separados de Cristo, no eran parte del pueblo de Israel. Tampoco les fueron dados los pactos y la promesa. En este mundo ustedes vivían sin esperanza y sin Dios.
Porque Cristo murió para perdonar nuestros pecados una sola vez, y es suficiente. Él, que era justo, murió por nosotros, que éramos injustos. Así nos acercó a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.
Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, y esa unión los hizo sabios. Porque quien está unido a Cristo es declarado justo, es parte del pueblo de Dios y es liberado del pecado.
Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para formar un solo cuerpo —ya seamos judíos o no judíos, esclavos o libres—. A todos se nos hizo compartir un mismo Espíritu.
Los saluda Pablo. Soy apóstol de Cristo Jesús porque Dios así lo quiso. Esta carta va dirigida a los creyentes que están en Éfeso y que siguen confiando en Cristo Jesús.
Vivían siguiendo el ejemplo de la gente de este mundo. Hacían todo lo que les indicaba el diablo, que es el espíritu que gobierna con poder en el aire. Es él quien gobierna sobre los que no obedecen a Dios.
Lo que ahora somos, lo hizo Dios. Él, por medio de Cristo Jesús, nos creó de nuevo para que podamos vivir haciendo el bien. Dios así lo había planeado desde un principio.