Te saluda Pablo, que ahora estoy preso por servir a Cristo Jesús. Recibe también un saludo de Timoteo, hermano en la fe. Esta carta va dirigida a ti, querido Filemón, compañero de trabajo,
Y también es padre de aquellos que han sido circuncidados, pero que también han creído. Ellos siguen el ejemplo de Abraham, quien creyó cuando todavía no estaba circuncidado.
Los creyentes judíos que habían llegado con Pedro se quedaron asombrados. Les sorprendía que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los no judíos.
Así que les enviamos a Timoteo, nuestro hermano en la fe y colaborador de Dios en el anuncio de la buena noticia de Cristo. Lo enviamos para que los animara a seguir confiando firmemente en Jesús.
Y a ti, mi fiel compañero, te pido que ayudes a estas mujeres que han luchado a mi lado en el anuncio de la buena noticia. Han luchado junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida.
Los judíos los llaman a ustedes «los no circuncidados», pues no nacieron siendo judíos. Ellos se circuncidan entre ellos, y por eso se hacen llamar «los de la circuncisión».