Nosotros, hermanos en la fe, luego de estar lejos de ustedes por algún tiempo, hemos hecho todo lo posible por ir a verlos. Lo hemos deseado de todo corazón, aunque los hemos acompañado de manera espiritual.
Resistan sus ataques, nunca dejen de confiar en Cristo. Sepan que sus hermanos en la fe en todo el mundo están soportando la misma clase de sufrimientos.
Confiamos en esa promesa como si fuera la firme y segura ancla de un barco. Así como el ancla mantiene al barco en un solo lugar, nosotros no abandonaremos nuestra fe. Es una fe que penetra hasta detrás de la cortina del lugar más santo del templo.
Por lo tanto, mis queridos hermanos en la fe, sigan confiando en el Señor, cada vez con más fuerza. Sigan trabajando para el Señor cada vez más y más, recordando que su trabajo para él tiene un gran valor.
Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones de ustedes no hagan enojar a Dios y los castigue. En cuanto a los demás asuntos, ya les diré qué hacer cuando los visite.