Midió también la muralla, y midió ciento cuarenta y cuatro unidades, es decir, sesenta y cinco metros, según las medidas humanas que el ángel empleaba.
Para esto se necesita sabiduría. El que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, que corresponde a una persona. Ese número es el seiscientos sesenta y seis.
Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas con los últimos siete castigos. Me habló así: «Ven, que te voy a presentar a la novia, la esposa del Cordero».
Y cantaban un himno nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los líderes. Solo los ciento cuarenta y cuatro mil podían aprender aquel himno. Solo ellos, que habían sido salvados de la tierra, podían aprenderlo. ¡Nadie más podía aprender ese himno!
La ciudad era cuadrada; medía lo mismo de largo que de ancho. El ángel midió la ciudad con la caña, y midió doce mil unidades, equivalente a dos mil doscientos kilómetros, tanto de ancho como de largo y alto.