Por eso te aconsejo que de mí compres oro refinado por el fuego. Así serás rico de verdad. De mí compra ropas blancas para que te vistas como los santos y cubras la vergüenza de tu pecado. También compra colirio para que te lo pongas en los ojos y comiences a ver como yo veo.
¿Quién no te respetará, oh Señor? ¿Quién no dará la gloria a tu nombre? Solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y te adorarán. Pues todos han podido ver que eres un Dios justo».
Del templo salieron los siete ángeles que llevaban los siete castigos que Dios enviaría. Estaban vestidos con una tela fina, limpia y resplandeciente, y llevaban cinturones de oro a la altura del pecho.