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Referencias Cruzadas

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Apocalipsis 18:2

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

Gritó a gran voz: «¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en vivienda de demonios y en escondite de todo espíritu maligno. Es ahora el nido de toda ave que odiamos y no debemos comer.

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26 Referencias Cruzadas  

Lo seguía un segundo ángel que decía: «¡Ya cayó! ¡Ya cayó la gran Babilonia! Esa ciudad que hizo que todas las naciones adoraran dioses falsos».

Entonces un ángel poderoso levantó una piedra, que era como una gran piedra de molino. Luego la arrojó al mar diciendo: «Así también tú, Babilonia, gran ciudad, serás derribada con la misma violencia. Dejarás de existir para siempre.

Aterrorizados al ver semejante castigo, se mantendrán a distancia y gritarán: «¡Ay! ¡Ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, ciudad poderosa, porque en una sola hora ha llegado tu castigo!».

La mujer que has visto es aquella gran ciudad que tiene poder de gobernar sobre los reyes de la tierra».

En la frente llevaba escrito un nombre misterioso: la gran Babilonia madre de todos los idólatras y de las cosas repugnantes de la tierra.

La gran ciudad de Babilonia se partió en tres, y las ciudades de las naciones quedaron destruidas. Dios se acordó de la gran Babilonia y la castigó. La hizo beber de la copa de su enojo.

Y vi salir tres espíritus malignos que parecían ranas. Salieron de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta.

Entonces salió del templo otro ángel y le gritó al que estaba sentado en la nube: «Mete la hoz y recoge la cosecha. Ya es tiempo de cosechar, pues la cosecha de la tierra está madura».

Dio un grito tan fuerte que parecía el rugido de un león. Entonces siete truenos dieron un gran estruendo, y comenzaron a hablar.

También vi a un ángel poderoso que preguntaba a gran voz: «¿Quién es digno de romper los sellos y de abrir el rollo?».

Sus pies brillaban como el bronce que está al rojo vivo en un horno. Su voz era tan fuerte como el estruendo de una catarata.

Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, donde fue crucificado su Señor. A esta ciudad se le da el nombre simbólico de Sodoma y Egipto.




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