Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. La mujer estaba ya a punto de tener a su hijo. Entonces el dragón se plantó delante de ella para comerse a su hijo tan pronto naciera.
La mujer que está por dar a luz siente dolores porque ha llegado su momento. Pero, en cuanto nace la criatura, se olvida de su angustia por la alegría de haber traído al mundo un nuevo ser.
Pues las Escrituras dicen: «Tú, mujer estéril que nunca has dado a luz, ¡grita de felicidad! Tú, que nunca tuviste dolores de parto, ¡lanza gritos de alegría! Porque más hijos que la casada tendrá la mujer que fue abandonada».