Oí un sonido que venía del cielo. Era como el estruendo de una catarata y el retumbar de un gran trueno. El sonido se parecía al de músicos tocando sus arpas.
Luego el ángel tomó el tazón del incienso. Lo llenó con carbones encendidos del altar y los arrojó sobre la tierra. Entonces se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto.
Uno de los cuatro seres vivientes dio a cada uno de los siete ángeles una copa de oro. Cada copa estaba llena del enojo de Dios, quien vive para siempre.