Por eso puede salvar por completo a los que se acercan a Dios por medio de él. Y puede hacerlo porque vive para siempre, y nunca dejará de hablar a Dios en favor de ellos.
»Escribe al ángel de la iglesia de Filadelfia: El Santo, el Verdadero, el que tiene la llave del reino de David. El que abre y nadie puede cerrar. El que cierra y nadie puede abrir, dice esto:
Fijemos la mirada en la meta, que es Jesús, quien nos dio y perfeccionó nuestra fe. Él, por el gozo que le esperaba, soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que ella significaba. Y ahora está sentado en el sitio de más honor, al lado derecho del trono de Dios.
Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
El Hijo refleja el brillo de la gloria de Dios. Es la fiel imagen de lo que Dios es. Él es quien mantiene el universo en existencia, por medio del poder de su palabra. Después de morir para perdonarnos nuestros pecados, subió al cielo y se sentó a la derecha del trono majestuoso de Dios.
Lo que yo era antes fue crucificado con Cristo, y ya no soy esa persona, sino que Cristo vive en mí. Ahora vivo en este cuerpo confiando en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí.
Es cierto que fue crucificado como si fuera débil, pero ahora vive por el poder de Dios. Nosotros somos tan débiles como él lo fue, pero el poder de Dios está en nosotros gracias a Cristo. Cuando estemos con ustedes verán ese poder.
Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás levantada hasta el cielo? No, sino que bajarás hasta el infierno. Si los milagros que se hicieron en ti se hubieran hecho en Sodoma, esta habría permanecido hasta el día de hoy.
Asustadas, se arrodillaron y se inclinaron hasta tocar el suelo con su rostro, pero ellos les dijeron: ―¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive?
Miré, ¡y apareció un caballo amarillento! El jinete se llamaba Muerte, y el representante del infierno lo seguía de cerca. Y se les otorgó poder sobre la cuarta parte de la tierra. Podían matar por medio de la espada, el hambre, las epidemias y los animales salvajes de la tierra.
e hizo un juramento. Juró por el que vive para siempre, el que creó el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. Dijo: «¡El tiempo ha terminado!
Uno de los cuatro seres vivientes dio a cada uno de los siete ángeles una copa de oro. Cada copa estaba llena del enojo de Dios, quien vive para siempre.
Los que habían muerto en el mar se presentaron ante Dios. También se presentaron los muertos que estaban en el reino de la muerte. Cada uno fue juzgado según lo que había hecho.