También sintieron compasión de los que estaban en la cárcel. Y, cuando a ustedes les quitaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, seguros de que tenían una riqueza mejor y más permanente.
Porque Dios no es injusto como para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor que le tienen él. Amor que ustedes le han demostrado al haber servido, y seguir sirviendo, a los creyentes.
Así que no te avergüences de hablar acerca de nuestro Señor, ni tampoco de mí, que por anunciar su mensaje estoy preso. Al contrario, tú también, con el poder de Dios, debes soportar sufrimientos por anunciar la buena noticia.
Y es por anunciar ese mensaje que ahora paso sufrimientos. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he creído. También estoy seguro de que Cristo tiene poder para guardar hasta el día del juicio final lo que le he confiado.