Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para que conozcamos al Dios verdadero. Y nosotros somos amigos de su Hijo Jesucristo, quien es el Dios verdadero y nos da vida eterna.
Para evitar que me volviera orgulloso por estas revelaciones extraordinarias, llevo en mi cuerpo un sufrimiento. Es como una espina que me fue clavada en el cuerpo. Es algo que Satanás usa para hacerme sufrir.
Fui porque Dios me había mostrado que debía hacerlo. Allí me reuní en privado con los que eran reconocidos como dirigentes. Entonces les expliqué el mensaje de la buena noticia, el cual predico entre los que no son judíos. Quería contarles lo que hacía, para que todo mi esfuerzo no fuera inútil.
Me he portado como un loco, pero ustedes me han obligado a ello. Ustedes debían hablar bien de mí, pues de ningún modo soy inferior a los tales «superapóstoles», aunque yo no soy nada.
Ahora quiero darles mi consejo sobre lo que les conviene hacer en este asunto. El año pasado ustedes fueron los primeros no solo en dar, sino también en querer hacerlo.
A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has hablado de mí en Jerusalén, es necesario que lo hagas también en Roma».
Pero les digo la verdad. Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes. En cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes.
Algunos dicen: «Todo me está permitido», pero no todo lo que hacemos es bueno para nosotros. Es cierto, «todo me está permitido», pero no dejaré que nada me domine.
Hermanos en la fe, si ahora fuera a visitarlos y les hablara en lenguas extrañas, ¿de qué les serviría? Solo serviría si les revelara algo de parte de Dios, o si les diera algún conocimiento, mensaje o enseñanza.
Pero él me dijo: «Mi amor es todo lo que tú necesitas, porque mi poder se hace más presente en tu debilidad». Por lo tanto, prefiero sentirme orgulloso de mis debilidades para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.
Así nos lo enseñó el Señor. Por eso afirmamos que nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, nos reuniremos con él. Pero no lo haremos antes de los que hayan muerto.