Si me veo obligado a sentirme orgulloso, estaré orgulloso de mi debilidad.
Me veo obligado a hablar bien de mí mismo, aunque nada se gane con ello. Les contaré de las visiones y revelaciones que el Señor me ha dado.
Es más, cuando me presenté ante ustedes, me sentía sin importancia y temblaba de miedo.
Ahora, aunque sufro por ustedes, me alegro. Pues así voy completando en mí mismo lo que falta de los sufrimientos de Cristo por su iglesia, que es su cuerpo.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del reino y sanando toda enfermedad y dolor entre la gente.