El líder debe ser una persona a quien no puedan acusar de nada malo y esposo de una sola mujer. Sus hijos deben creer en Cristo, y que nadie los acuse de ser desobedientes o tener una mala conducta.
Los líderes que dirigen bien los asuntos de la iglesia deben ser tratados con doble respeto, especialmente los que dedican sus esfuerzos a la predicación y a la enseñanza.