Los judíos empujaron a un tal Alejandro hacia adelante, y algunos de entre la gente lo sacaron para que tomara la palabra. Él agitó la mano para pedir silencio y presentar su defensa ante el pueblo.
Y el dragón se paró a la orilla del mar. Entonces vi que del mar salía una bestia que tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una corona y en cada cabeza, un nombre que ofendía a Dios.
La gente estará llena de egoísmo y amará el dinero. Será gente que se cree importante, orgullosa y que ofende a Dios. Serán personas que no obedecerán a los padres, no darán gracias por nada ni respetarán a Dios.
No dejes de recordarle a la gente todo esto. Diles delante de Dios que eviten las discusiones inútiles, pues no sirven nada más que para destruir a los oyentes.
Por eso les escribo todo esto en mi ausencia, para que cuando vaya no tenga que ser estricto en el uso de mi autoridad. El Señor me ha dado esa autoridad para fortalecer su fe, no para destruirla.
Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y, si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como un no creyente o un cobrador de impuestos corrupto.