Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza. Esta alabanza debe salir de los labios que confiesan que él es Señor.
Todo lo que la gente pecadora te ofrece y todo lo malo que hay en el mundo pronto se acabará. Pero el que hace la voluntad de Dios vivirá para siempre.