No dejemos de reunirnos, como acostumbran hacerlo algunos. Al contrario, animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que se acerca el día del regreso del Señor.
Más bien, mientras aún haya oportunidad de escuchar su voz, anímense unos a otros cada día. Así ninguno de ustedes se volverá rebelde, engañados por el pecado.
Ustedes, en cambio, queridos hermanos en la fe, sigan confiando en el amor de Dios. Esfuércense en ser cada vez mejores, pues la fe que tienen es santa. Oren guiados por el Espíritu Santo, y esperen que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les dé la vida eterna.
Él hace que todos en la iglesia estén unidos. Los une por medio del trabajo que cada uno hace para que todos tengan una fe fuerte y se amen cada vez más.
A lo mejor están pensando que ahora nos estamos disculpando. ¡Dios es testigo de que no es así, porque nosotros pertenecemos a Cristo! Todo lo que hacemos, queridos hermanos en la fe, es para que su fe sea cada vez más fuerte.
Por mi parte, hermanos en la fe, estoy seguro de que ustedes mismos están llenos de bondad. Ustedes tienen conocimiento y están capacitados para enseñarse unos a otros.
Diles que dejen de prestar atención a leyendas y a largas listas de antepasados. Esas cosas provocan discusiones sin sentido. En nada ayudan a la gente a confiar en el plan de Dios.
Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que comunicaran mensajes de parte de Dios. Comunicar esos mensajes es mejor que hablar en lenguas desconocidas, a menos que alguien traduzca, para que la iglesia siga firme en su fe.