Los que acompañaban a Pablo lo llevaron hasta Atenas. Luego regresaron con instrucciones de que Silas y Timoteo se reunieran con él tan pronto como les fuera posible.
Por eso, cuando ya no pude soportarlo más, mandé a Timoteo para saber si ustedes seguían confiando en Jesús. Tenía miedo de que el diablo los hubiera tentado a hacer lo malo y que nuestro trabajo con ustedes hubiera sido inútil.
Nosotros, hermanos en la fe, luego de estar lejos de ustedes por algún tiempo, hemos hecho todo lo posible por ir a verlos. Lo hemos deseado de todo corazón, aunque los hemos acompañado de manera espiritual.