―Si Dios fuera su Padre —les contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen. No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió.
Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos en la fe. El que no ama sigue controlado por el reino de la muerte.
Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano en la fe, es un mentiroso. Pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto.
Hay una manera en la que pueden averiguar quién tiene el Espíritu de Dios: todo el que confiesa que Jesucristo ha venido como verdadero hombre es de Dios.
¡Alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nuevas personas y nos ha dado seguridad de que recibiremos sus promesas. Es como si nos hubiera hecho nacer de nuevo, y eso lo hizo por medio de la resurrección de Jesucristo.
Por su propia voluntad nos dio una nueva vida, por medio del mensaje de la verdad. Lo hizo para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación.
Mientras iban por el camino, llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el oficial etíope: ―Mire usted, aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?