Por tanto, nadie será declarado justo delante de Dios por hacer lo que la Ley exige. Al contrario, mediante la Ley nos damos cuenta de que somos pecadores.
Temo que, al volver a visitarlos, mi Dios me haga sentir vergüenza de ustedes. Eso me haría llorar, pues muchos han pecado desde hace algún tiempo. No se han arrepentido del mal cometido, ni de tener relaciones sexuales prohibidas, ni de los vicios que tienen.
Todo el que desobedezca uno solo de estos mandamientos, aunque sea el menos importante, y enseñe a otros a hacer lo mismo será considerado el menos importante en el reino de los cielos. Pero el que los practique y los enseñe será considerado importante en el reino de los cielos.
―¡Hipócrita, a usted también lo va a golpear Dios! —reaccionó Pablo—. Usted está allí sentado para juzgarme según la Ley. ¿Y ahora usted mismo viola la Ley al mandar que me golpeen?