Aunque tengo muchas cosas que decirles, no he querido hacerlo por escrito. Espero visitarlos y hablar personalmente con ustedes para que nuestra alegría sea completa.
No es que intentemos obligarlos a creer como nosotros decimos. Les aseguro que solo deseamos contribuir a su alegría, pues ustedes están seguros de lo que creen.
El que tiene a la novia es el novio. Pero el amigo del novio, que está a su lado y lo escucha, se llena de alegría cuando oye la voz del novio. Esa es la alegría que me inunda.
A ustedes los considero como hijos muy queridos. Por eso les escribo estas cosas para que no pequen. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un defensor, a Jesucristo, el Justo.