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Referencias Cruzadas

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1 Corintios 9:1

Nueva Versión Internacional 2019 (simplificada - Nuevo Testamento)

¿No soy libre? ¿No soy apóstol? ¿No he visto a Jesús nuestro Señor? ¿No son ustedes el fruto de mi trabajo para el Señor?

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37 Referencias Cruzadas  

Ananías se fue. Cuando llegó a la casa, puso sus manos sobre Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús me ha enviado. Fue él quien se te apareció en el camino. Me envía para que recuperes la vista y seas lleno del Espíritu Santo».

Por eso me nombró predicador y apóstol de ese mensaje. Digo la verdad y no miento: Dios me hizo maestro de los no judíos para enseñarles la verdadera fe.

Anunciarles el mensaje de Cristo fue como sembrar una semilla en ustedes. Luego vino Apolos y les dio enseñanza para aumentar su fe, como si echara agua a la semilla que yo sembré. Pero Dios ha sido quien los ha hecho a ustedes crecer en la fe.

A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has hablado de mí en Jerusalén, es necesario que lo hagas también en Roma».

Estando ya cerca de Damasco, una luz del cielo brilló de repente a su alrededor.

Aunque no soy esclavo de nadie, sino libre, me he hecho esclavo de todos para que la mayor cantidad posible crea en Cristo.

Dios me encargó anunciar ese mensaje, y me eligió como apóstol y maestro.

Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no vuelvan a ser esclavos de la Ley.

Nosotros, ayudantes de Dios, les rogamos que sepan apreciar su inmerecido amor.

Los saluda Pablo, servidor de Cristo Jesús, quien me llamó para ser su apóstol. Él me apartó para anunciar la buena noticia de Dios.

Los saluda Pablo. Soy apóstol porque Jesucristo y Dios Padre así lo quisieron. Dios hizo que Jesucristo resucitara de entre los muertos. Así que ningún ser humano me nombró apóstol, sino él.

Tampoco hemos buscado que nos traten como a gente importante. No buscamos eso de ustedes ni de otros.

Pero considero que en nada soy inferior a esos que se creen «superapóstoles».

Los saluda Pablo, y también Sóstenes, nuestro hermano en la fe. Dios quiso llamarme a ser apóstol de Cristo Jesús.

Les hablo ahora a ustedes, los no judíos. Para mí es un honor haber sido enviado a ustedes y servirles.

Por medio de él, y en honor a su nombre, fuimos llamados a ser apóstoles, para convencer a todas las naciones de creer en él y obedecerle.

Al enterarse de esto, los apóstoles Bernabé y Pablo rompieron sus vestidos. Luego se metieron entre la gente, gritando:

La gente de la ciudad estaba dividida: unos estaban de parte de los judíos y otros, de parte de los apóstoles.

Mientras participaban en el culto al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Apártenme ahora a Bernabé y a Saulo para el trabajo al que los he llamado».

―¡Ve! —insistió el Señor—, porque he elegido a ese hombre como mi instrumento. Él dará a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.

―¿Quién eres, Señor? —preguntó. ―Yo soy Jesús, a quien tú persigues —le contestó la voz—.

Me refiero a que eso es un problema para esa persona, aunque no para ustedes. Quizás alguno se pregunte: «¿Por qué se critica mi libertad de hacer lo que quiero solo porque alguien piensa que está mal?

Si doy gracias a Dios antes de comer, ¿por qué me van a condenar por comerlo?».

Si alguien insiste en discutir este asunto, tenga en cuenta que nosotros no tenemos otra costumbre, y tampoco las iglesias de Dios.

Ustedes se dejan guiar por lo que ven. Si alguno está convencido de ser de Cristo, piénselo bien, pues nosotros también somos de Cristo.




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