Es cierto que fue crucificado como si fuera débil, pero ahora vive por el poder de Dios. Nosotros somos tan débiles como él lo fue, pero el poder de Dios está en nosotros gracias a Cristo. Cuando estemos con ustedes verán ese poder.
Yo, Pablo, por la ternura y la bondad de Cristo, les hago un ruego. Algunos dicen que soy tímido cuando me encuentro cara a cara con ustedes, pero muy valiente cuando estoy lejos.
Más bien, en todo y con mucha paciencia, demostramos que somos servidores de Dios. Pues con paciencia soportamos los sufrimientos, las necesidades y las dificultades.
Pero los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron. Entonces este se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Ustedes son ahora responsables de sus acciones! Si Dios los castiga, no es culpa mía. De ahora en adelante les anunciaré el mensaje a los no judíos».
Cuando llegamos a Macedonia, no tuvimos ningún descanso. Más bien, encontramos dificultades por todas partes. Nos vimos rodeados de problemas y luchando con el temor.