No todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos humanos; también los hay de animales terrestres, de aves y de peces.
Pero Dios le da a esa semilla el cuerpo que quiere. A cada clase de semilla le da un cuerpo propio.
Así mismo, hay cuerpos que habitan en el cielo y cuerpos que habitan en la tierra. Sin embargo, la belleza de los cuerpos que habitan en el cielo es diferente a la de los cuerpos de la tierra.