No siembras la planta entera en tierra, sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro grano.
¡Qué tontería! La semilla que uno siembra tiene que morir para que una planta cobre vida.
Pero Dios le da a esa semilla el cuerpo que quiere. A cada clase de semilla le da un cuerpo propio.
Sin que este sepa cómo, y ya sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla.
Doy gracias a Dios, porque por medio de Cristo siempre nos da la victoria. Él hace que nuestro mensaje se vaya conociendo por todas partes como si fuera un aroma agradable.