Que les enseñen a pensar bien las cosas, a ser santas, cuidadosas del hogar, bondadosas y obedientes de sus esposos. De esa manera nadie hablará mal del mensaje de Dios.
Ahora bien, quiero que entiendan que Cristo tiene autoridad sobre todo hombre, mientras que el hombre tiene autoridad sobre la mujer y Dios tiene autoridad sobre Cristo.
En los libros de la Ley está escrito: «Le hablaré a este pueblo por medio de extranjeros, gente que habla en lengua extraña; pero ni aun así me escucharán», dice el Señor.