En cambio, los que viven guiados por el Espíritu muestran amor por los demás, son alegres y tienen paz. El Espíritu los hace tener paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad,
El amor jamás se acabará. En cambio, el don de comunicar mensajes de Dios se terminará. El don de hablar en lenguas desconocidas y el de conocer los misterios de Dios desaparecerán.
Gracias a lo que Cristo Jesús hizo por nosotros, ya no importa si estamos o no circuncidados. Lo que importa es creer en Cristo y que esa fe nos lleve a amar a los demás.
En cuanto a los alimentos sacrificados a los ídolos, es cierto que todos tenemos conocimiento acerca de esto. Pero recuerden que el conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor nos hace cristianos firmes en la fe.
Hablan y enseñan con orgullo, aunque todo lo que dicen no tiene sentido. Invitan a la gente a participar de sus vicios y placeres sin control, y así engañan a los que recién se han alejado de los que viven en pecado.
Ahora bien, si tu hermano en la fe se angustia por causa de lo que comes, ya no te comportas con amor. No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió.
A unos Dios les da, por medio del Espíritu, capacidad para hablar con sabiduría. A otros, por medio del mismo Espíritu, les da un mensaje con un conocimiento especial.
A otros les da poder para hacer milagros; a otros, capacidad para comunicar mensajes de Dios. A otros, les da la capacidad para distinguir un espíritu malo de uno bueno. A otros, les da el don de hablar en diferentes lenguas; y a otros, la capacidad de entender lo que se dice en esas lenguas.
Pues el que habla en una lengua que nadie más conoce no habla a los demás, sino a Dios. En realidad, nadie entiende lo que dice, pues por medio del Espíritu habla misterios.
Yo quisiera que todos ustedes hablaran en lenguas, pero mucho más que comunicaran mensajes de parte de Dios. Comunicar esos mensajes es mejor que hablar en lenguas desconocidas, a menos que alguien traduzca, para que la iglesia siga firme en su fe.
Oí un sonido que venía del cielo. Era como el estruendo de una catarata y el retumbar de un gran trueno. El sonido se parecía al de músicos tocando sus arpas.