Lo cierto es que hay muchas partes, pero el cuerpo es uno solo.
Ahora bien, el cuerpo no consta de una sola parte, sino de muchas.
De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchas partes. Y todas las partes, aunque sean muchas, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo.
Así también nosotros, aunque somos muchos, formamos una unidad gracias a Cristo. Y cada uno de nosotros está unido a todos los demás.
Si todas las partes fueran una sola cosa, no existiría el cuerpo.
El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito».