Envió a sus doncellas y ahora clama desde lo más alto de la ciudad.
Se sienta a las puertas de su casa, en lo más alto de la ciudad
El Señor ha emitido la palabra y las mensajeras que la proclaman son una multitud poderosa:
¿Y cómo predicarán sin ser enviados? Así está escrito: «¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian las buenas noticias!».
—Yo he hablado abiertamente al mundo —respondió Jesús—. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el Templo, donde se congregan todos los judíos. En secreto no he dicho nada.
En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó: —¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba!
A la hora del banquete mandó a su siervo a decirles a los invitados: “Vengan, porque ya todo está listo”.
Por eso dijo Dios en su sabiduría: “Les enviaré profetas y apóstoles, de los cuales matarán a unos y perseguirán a otros”.
Vayan al cruce de los caminos e inviten al banquete a todos los que encuentren”.
«¡Vengan conmigo los inexpertos! —dice a los faltos de juicio—