La lengua de los sabios adorna el conocimiento; la boca de los necios escupe necedades.
El hombre prudente no muestra lo que sabe, pero del corazón de los necios brota necedad.
El corazón del justo medita sus respuestas, pero la boca del malvado rebosa de maldad.
El prudente actúa con cordura, pero el necio se jacta de su necedad.
Mi Señor y Dios me ha concedido tener una lengua instruida, para sostener con mi palabra al fatigado. Todas las mañanas me despierta, y también me despierta el oído, para que escuche como los discípulos.
El de corazón sabio controla su boca; con sus labios promueve el saber.
Es muy grato dar la respuesta adecuada y, cuando es oportuna, aún es más grato.
Echan espuma por la boca, lanzan espadas por sus fauces y dicen: «¿Quién va a oírnos?».
De mi corazón brota un hermoso poema mientras recito mis versos ante el rey; mi lengua es como pluma de hábil escritor.
Los labios de los sabios esparcen conocimiento; el corazón de los necios ni piensa en ello.
De las muchas ocupaciones brotan los sueños y de las muchas palabras, las tonterías.
¡Pero no le faltan las palabras! Nadie sabe lo que ha de suceder y lo que acontecerá después, ¿quién podría decirlo?
para que al hablar mantengas la discreción y retengas el conocimiento.