Había entre ellos diez hombres que rogaron a Ismael: —¡No nos mates; tenemos escondidos en el campo trigo, cebada, aceite y miel! Ismael accedió y no los mató como a sus compañeros.
Nabuzaradán, comandante de la guardia, solo dejó en el territorio de Judá a algunos de los más pobres, que no poseían nada. En aquel día les asignó campos y viñedos.
Además, deportó a todo Jerusalén: a todos los oficiales y a todos los mejores soldados, a todos los artesanos y herreros; un total de diez mil personas. No quedó en el país más que la gente pobre.