El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina.
El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias.
En la lengua hay poder de vida y muerte; quienes la aman comerán de su fruto.
La boca del necio es su perdición; sus labios son para él una trampa mortal.
Me dije a mí mismo: «Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca».
El que mucho habla, mucho yerra; el que es sabio refrena su lengua.
El chismoso traiciona la confianza; no te juntes con la gente que habla de más.
Si alguien se cree religioso, pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no sirve para nada.
En el pecado de sus labios se enreda el malvado, pero el justo sale del aprieto.
que refrene su lengua de hablar el mal y sus labios de proferir engaños;
Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios.
El que es sabio atesora el conocimiento, pero la boca del necio es un peligro inminente.
El perezoso codicia y no satisface sus anhelos; el diligente prospera en todo lo que anhela.
—Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre».
El sabio de corazón acata los mandamientos, pero el de palabras tontas va camino al desastre.
De la boca del necio brota arrogancia; los labios del sabio son su propia protección.