Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un incensario de oro y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que está delante del trono.
Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones. En todo lugar se ofrece incienso y ofrendas puras a mi nombre, porque grande es mi nombre entre las naciones —dice el Señor de los Ejércitos—.
Para la ofrenda de cereal presentó un plato de plata y un tazón de plata, llenos de harina refinada amasada con aceite. Según el peso oficial del santuario, el plato pesaba ciento treinta siclos y el tazón pesaba setenta siclos.